Historias de conspiraciones no nos faltan: un buen libro titulado La sociedad de la mentira enlista unas 400 teorías de la conspiración que, siendo falsas, el mundo ha creído a lo largo de los años y los siglos. Nosotros hemos creído en algún momento en casi todas. Desde los dos, tres, cuatro Aburtos que pululaban por Lomas Taurinas hasta el cambio de éste por otra persona en Almoloya; desde que una bruja descubriera los restos de Muñoz Rocha hasta que Elvis, en verdad, está vivo tomando daiquiris con Colosio; siempre hay alguna gran conspiración en nuestro pasado y siempre tiene algún éxito: anda por ahí (bueno, en estos días no ha dado ni siquiera la cara) un tipo que se dice presidente legítimo del país y hay gente que se lo cree. Olvidamos que, como dice Adolfo Bioy Casares, “el mundo atribuye sus infortunios a las grandes conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que subestima la estupidez”.
Debemos insistir en descalificar las teorías de la conspiración en torno a la epidemia de influenza porque la misma no sólo falsea la realidad sino también porque mina los esfuerzos de la sociedad para sobrellevarla, minimiza los peligros que ella implica y, en última instancia, pone en peligro, debilita, los instrumentos institucionales que permitan superar la situación. Vamos con dos de los mensajes de mail que han sido repetidos una y otra vez y que abonan la teoría de la conspiración.
Uno de ellos rompe cualquier seguimiento lógico y comienza con la reunión del G-7 en Londres y la necesidad de reformar la economía, sigue con los recursos que otorgaría el FMI para reactivarla y de allí salta a la reunión de los presidentes Obama y Calderón (como si EU y, sobre todo, México, decidieran el curso de la economía mundial). Y desde allí se va, sin escalas, a la decisión del 23 de abril de declarar un estado de emergencia por los primeros casos confirmados de una influenza causada por un virus hasta entonces desconocido. No se explica qué relación tienen los tres hechos entre sí, pero inmediatamente después sostienen que el G-7, al día siguiente del aviso de México, “anunció” que la economía mundial “debería ponerse en marcha este año”. El único problema es que en esa fecha no hubo reunión alguna del G-7 ni mucho menos una declaración de ese tipo. Pero los conspiradores dicen que, entonces, un laboratorio, Sanofis Aventis, anunció que instalaría una planta de cien millones de dólares en algún lugar del mundo y que donaba a México 236 mil dosis de antivirales. Vaya uno a saber dónde está la conspiración. Pero la tesis viene en el siguiente párrafo. Dice que la industria farmaceútica tiene problemas económicos y que, entonces, como no puede crear guerras, genera enfermedades (¿como cuáles?), para poner en marcha la economía mundial (ya hemos visto que la economía del mundo ha respondido con entusiasmo y alzas bursátiles generalizadas el anuncio de la pandemia ¿o fue exactamente al revés?). México, dicen, es el trampolín perfecto para lanzar la enfermedad, por los turistas que nos visitan (entonces tendrían que haber elegido a España, el país que recibe más turistas en el mundo) y que la demostración de ello es que los que han reforzado el cerco sanitario son las naciones del G-7. El problema es que los países del G-7 no son los que han tomado las medidas más drásticas: los dos primeros que cerraron sus fronteras con México fueron nada menos que Cuba y Argentina, mientras que EU mantiene sus fronteras abiertas.
Como el tema no se sustenta y se le debe encontrar una salida, se llega a la conclusión de que la próxima semana se “hará un análisis de la farsa” y se va a decidir levantar la emergencia o continuarla. La epidemia, ahora pandemia, se insiste, sirve para aliviar “al Banco Mundial (¿qué tiene que ver el BM con todo esto?) y las bolsas del mundo (que para festejar se derrumbaron). También dice que se benefician el gobierno (¿de qué manera?), las farmacéuticas, los empresarios nacionales (que están muy entusiasmados con las restricciones, sobre todo con la genial decisión restaurantera del GDF). Y termina con preguntas: ¿dónde están los familiares de los muertos? Pues en los medios los hemos visto. ¿Por qué si la influenza porcina es una mutación del virus original el brote original no empezó en el campo? Pues porque en el campo es difícil que se hubiera convertido en una epidemia, hubiera enfermado y fallecido el portador, pero difícilmente lo hubiera contagiado a otras personas en forma amplia. Se preguntan: ¿por qué no han entrevistado a algún enfermo? Pues porque están internados. Y la mejor, ¿por qué no han dicho el nombre del retroviral que está curando a la gente? Se ha hecho hasta el hartazgo: se trata del Tamiflu. Lo increíble es que se pueda creer tanta basura sin establecer siquiera un hilo lógico entre todas sus premisas.
Hay otra historia fantástica que se remonta hasta 2005 y se pregunta por qué EU, Alemania, México y España, entre otros países, compraron ese año millones de dosis de Tamiflu y por qué la OMS le regaló otros millones de dosis a naciones que no podían comprarlo. Se olvidan que fue el año en que surgió el peligro de la gripe aviar y, por recomendación de la OMS, todos los países tomaron medidas para evitar una pandemia que hubiera sido mucho más grave que la actual. El texto agrega que, si el vencimiento de las medicinas era de cuatro años, ahora sería el momento idóneo para lanzar la enfermedad, provocada, desde luego, por laboratorios y gobiernos. Uno debería preguntarse: si de lo que se trata es de hacer un gran negocio, ¿por qué no dejar pasar unos meses, esperar que venzan esos medicamentos y obligar a comprar millones de dosis nuevas? Pero lo más grave es que concluye que, como todo es una farsa, no hay que preocuparse, no ser “dóciles”, no tener miedo y adoptar una “actitud crítica” ante las explicaciones oficiales y mediáticas. Tiene razón Bioy Casares, subestimamos la estupidez...
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